Mi canal

Watch live streaming video from humanegro at livestream.com

Alistando el teclado

Alistando el teclado
Daria J. Buñuel del perpetuo Humero

martes, 30 de marzo de 2010

Sobre "El amor es una droga dura" de Cristina Peri Rossi


Este breve texto tiene la pretensión de desarrollar, en pocas palabras, una corta revisión sobre “el crepúsculo de las identidades genéricas tradicionales en la contemporaneidad, vistas desde los personajes de Javier y Nora en «El amor es una droga dura», de Cristina Peri Rossi”. Cabe aclarar que la obra de Peri Rossi, que le concierne a esta reseña, merece una revisión más cuidadosa que la que se hará a continuación, puesto que las características que sirven para expresar dicho crepúsculo, que servirá como trampolín para aproximarse al texto de esta autora, están inmersas en un panorama lo suficientemente complejo como para merecer una exploración mucho más extensa al respecto. Por lo pronto entonces, éste es un primer acercamiento al libro de la uruguaya.

Cristina Peri Rossi, nace el 12 de noviembre de 1941, en Montevideo. Es exiliada de su país en la época de la dictadura y desde ese momento se instala en Barcelona. En su narrativa, en obras como “Solitario de amor” y “El amor es una droga dura”, se desarrolla un contenido altamente erótico, en el que hay diversos acercamientos a la idea de “deseo” y a las aproximaciones que sus personajes tienen del mismo. En estas dos obras, los personajes a través de los cuales se accede a las situaciones que se desarrollan en los textos son hombres; en el primero el personaje principal narra su historia, mientras que en el segundo es un narrador que no participa del texto el que habla sobre la vida de Javier, el personaje “principal” de la obra de Peri Rossi que le concierne a esta reseña, sobre el que se hablará adelante.

Se accede entonces, a través de estos dos hombres(los protagonistas de cada una de las obras anteriormente nombradas), a través de su relación con lo “femenino”, a la caída de las concepciones tradicionales que encierran las dos categorías de género; el sujeto masculino, concebido tradicionalmente como el sujeto racional, dueño del ámbito lógico discursivo, se ve enfrentado ante la pérdida del mismo, se encuentra a sí mismo escindido de los roles establecidos como propios de su “ser hombre” y se enfrenta a la destrucción de ese que había concebido como su lugar en el mundo; así da paso entonces a la problematización del hombre que se había definido en la historia occidental, a través del otro, ese otro que anteriormente era definido desde lo masculino, pero que ahora no solo se define, sino que se da el lujo de no definirse y que está constantemente deconstruyéndose desde y como “sujeto del feminismo”, retomando el término usado por Teresa de Lauretis en “La tecnología del género”.

Es importante decir, que el protagonista de “Solitario de amor” es un sujeto con todas las características de lo considerado tradicionalmente como femenino, por tanto toda su narración es prácticamente de adoración a la mujer, elimina de cierta forma la trascendencia de lo fálico y hace un énfasis constante en el útero y en los fluidos del cuerpo de la “hembra de la especie humana”. Este hombre femenino es con el que se encuentra el lector de “Solitario de amor”, del cual valdría la pena hacer también un estudio más extenso. Al contrario de este sujeto, en el que se ve, más que el crepúsculo de la masculinidad tradicional, el nacimiento de una “nueva” posibilidad de construcción del hombre, en “El amor es una droga dura, se ve, en efecto dicho crepúsculo.

En un artículo titulado “El transgénero en la posmodernidad” (que habla precisamente de las características que le corresponden a la posmodernidad, en torno a la caída de los grandes relatos, de los grandes moldes y de la división dicotómica del mundo, en donde hace una alusión clara a las cuestiones sobre el género, el sexo y la sexualidad en la contemporaneidad) Gabriel Cocimano, cita a Vicent Canet, quien dice: “«El macho-machista comienza a ser sustituido por el macho-ambiguo que, sin dejar algunos tics machistas, empieza a redefinir su identidad a partir de la mezcla de los atributos considerados socialmente masculinos y femeninos: es el hombre débil, sensible, padre, ambiguo sexualmente, preocupado por la estética (...) Quizá no ambiguo sexualmente en cuanto a su opción sexual, sino porque su identidad está en tránsito: saben que no quieren mostrarse como machos-machistas, pero tampoco ven una vía clara de cómo ser hombres».”(cita 1) Esta descripción sirve para señalar la situación del personaje de Javier, en “El amor es una droga dura”.

La constante comparación entre la cámara fotográfica (su forma de acceder, de aprehender el mundo) y el pene, por parte de Javier, “La cámara era un falo permanentemente erecto, con el cual intentaba penetrar la realidad, dominarla, conquistarla y retenerla” (cita 2) , es una metáfora clarísima de su visión falo-céntrica del mundo (cita 3) ; además, su concepción de la mujer como una mercancía portadora de “belleza”, su familiaridad con el uso del cuerpo femenino como método de venta y su aplicación en la publicidad, describen aparentemente al “macho-machote”, que ve a la mujer solo como objeto de deseo, y no como posibles sujetos de afecto, ni como sujeto deseante. Aún así, a medida que se va desarrollando el texto, se puede entender a un Javier que va perdiendo paulatinamente su “identidad” de “macho-alfa”, para dar paso a un sujeto con características como la delicadeza, la vulnerabilidad, la fragilidad, la sensibilidad, antes atribuidos específicamente a las mujeres. Javier es un personaje que ante la presencia de un sujeto femenino no tradicional, como lo es Nora, y ante todo, de ella como un sujeto fragmentado, como en un espejo se fragmenta Javier a si mismo y en esa fragmentación va involucrada su masculinidad.

Nora es un personaje construido con la noción de un “estar”, más que de un ser, su fragmentación y continuo tránsito entre diferentes “representaciones” de lo femenino, ejemplifican aquello que en “La tecnología del género” Lauretis describe como el género como representación y auto-representación. Nora deconstruye constantemente su categoría de “mujer” y se “moviliza entre postulados antes solo posibles para los hombres y los tradicionales concebidos para las mujeres, como el pensarse escindida de la “emocionalidad”, de la sentimentalidad, el fluctuar entre ser delicada y fuerte, dominante y vulnerable, entre su deber ser “bella” pero su no tener que serlo “para los hombres”…

Visto que es una reseña, adentrarse en problemáticas como la noción de la belleza desde las artes tradicionales dedicada exclusivamente a la figura canónica femenina, la fotografía vista en el texto como un acto netamente masculino, las relaciones que existen entre los personajes principales de “Solitario de amor” y “El amor es una droga dura”, tanto como las mujeres que aparecen en los mismos textos, que son (relacionándolas también) personajes que se construyen como sujetos fuertes, no vulnerables, con características antes atribuidas a lo masculino, sin dejar de ser descritas como femeninas y que por su construcción como “sujetos del feminismo” hacen propicio que los hombres tengan que reevaluar su construcción como sujetos masculinos… entre otras, es una tarea que se merece, como se ha repetido continuamente en el texto, una revisión más extensa. La razón de esto es que a través de los personajes de Peri Rossi, se visualiza un panorama que si bien abre muchísimas posibilidades en torno a las diferentes formas de construcciones de sujetos, es un panorama que desvela el temor que despierta el estar en una época de tránsito en la que no solo los hombres no ven “una vía clara de cómo ser hombres”, sino que los sujetos en general, no ven aún una vía clara de cómo entenderse en el mundo bajo estos nuevos parámetros, o mejor, bajo la pérdida constante de los mismos.


Cita 1: http://www.margencero.com/articulos/ambiguedades.htm
Cita 2: PERI – ROSSI, Cristina. El amor es una droga dura. Ed. Planeta. Bogotá 2009. P. 21
Cita 3: Es importante mencionar precisamente el acto fotográfico como un acto tradicionalmente masculino, como las bellas artes en occidente. Aunque la fotografía es un “invento” reciente, pertenece a la etapa álgida de la modernidad y carga con todas las contradicciones de nacer entre revoluciones y cambios que estaba registrando, al mismo tiempo que tenía toda la potencialidad para convertirse en la disciplina por excelencia del siglo XX, en especial en los 80’s, cuando todas las artes se ven vinculadas a la misma. En cuanto al tema que nos concierne, es entonces un medio que “nace” inscribiéndose como masculino, dentro de la concepción tradicional de los grandes relatos, de las verdades de la modernidad (en efecto se creía en un inicio que la fotografía capturaba “la realidad”), para después verse como uno de los medios que implicaba los dobles sentidos, las ambigüedades, las ficciones que van de la mano con la imposibilidad de acceder al mundo tal como es y sobretodo, su sentido como “signo vacío”. La fotografía como índice, como portadora de significación únicamente en relación con su referente, con el objeto que es su causa y del que es huella, implica en su misma ontología un cambio considerable en la visión del mundo, que tiene consonancias con las teorías sobre género, no en vano muchas feministas la adoptaron como medio. La visión del signo vacío, del índice, se relaciona con la visión de Teresa de Lauretis respecto al género como representación. (Acotación que podría ser llevada a un análisis más extenso respecto a la relación entre teorías sobre el género y la fotografía).

No hay comentarios:

Publicar un comentario