Robert Smithson: 'Confinamiento cultural' (1972)
El confinamiento cultural tiene lugar cuando un curador impone sus
propios límites a una exposición de arte, en lugar de pedir al artista
que los establezca. Se espera de los artistas que encajen en categorías
fraudulentas. Algunos artistas imaginan que dominan este aparato, cuando
en realidad son dominados por él. Como resultado acaban manteniendo
una prisión cultural que escapa a su control. Los artistas no están
confinados, pero sí lo que producen. Los museos, como los manicomios y
las prisiones, tienen salas y celdas: en otras palabras, cuartos
neutrales llamados 'galerías'. Una obra de arte pierde su carga al ser
ubicada en una galería, y se convierte en un objeto portátil o una
superficie desconectada del mundo exterior. Toda estancia blanca vacía
con iluminación es una sumisión a la neutralidad. Las obras de arte,
vistas en tales espacios, parecen estar sufriendo una especie de
convalecencia estética. Se las contempla como a muchos inválidos
inanimados, a la espera de que un crítico dictamine si tienen cura o no.
La función del curador-guardián es separar el arte del resto de la
sociedad. Después viene la integración. Una vez que la obra de arte es
totalmente neutralizada, inutilizada, abstraída, salvada y políticamente
lobotomizada, ya está preparada para ser consumida por la sociedad.
Todo se reduce a un despojo visual y a una mercancía transportable. Las
innovaciones se permiten sólo si mantienen este tipo de confinamiento.
Los 'conceptos' que consisten en nociones ocultas se retraen del mundo
físico. Los montones de información privada reducen el arte al
hermetismo y a una metafísica fatua. El lenguaje debería ubicarse en el
mundo físico, y no acabar encerrado en una idea en la cabeza de alguien.
El lenguaje debería ser un procedimiento en desarrollo continuo y no
una ocurrencia aislada. Las muestras de arte que tienen principio y
final están confinadas por modos de representación innecesarios tanto
'abstractos' como 'realistas'. Un rostro sobre un lienzo es una
representación al igual que lo es una cuadrícula. Reducir la
representación a la escritura no le lleva a uno más cerca del mundo
físico. Escribir debería servir para generar ideas que sean llevadas una
forma material, no al revés. El desarrollo del arte debería ser
dialéctico y no metafísico.
Hablo de una dialéctica que busca
un mundo fuera del confinamiento cultural. Tampoco me interesan las
obras de arte que sugieren un 'proceso' dentro de los límites
metafísicos de la sala neutral. No hay libertad en ese tipo de juego
comportamental. Se debe evitar ser el artista que actúa como una rata de
B.F. Skinner haciendo sus trucos 'difíciles'. El proceso confinado no
es proceso en absoluto. Sería mejor mostrar el confinamiento que hacerse
ilusiones de libertad.
Estoy por un arte que tenga en cuenta
el efecto directo de los elementos, tal como existen día a día, fuera de
la representación. Los parques que rodean los museos aislan al arte en
objetos para el deleite formal. Los objetos en un parque sugieren un
reposo estático, en vez de alguna dialéctica en desarrollo. Los parques
son paisajes acabados para un arte acabado. Un parque conlleva los
valores de lo finalizado, lo absoluto y lo sagrado. La dialéctica no
tiene nada que ver con tales cosas. Hablo de una dialéctica de la
naturaleza que interactúa con las contradicciones físicas inherentes a
las fuerzas naturales tal como son: la naturaleza que es a la vez
soleada y tormentosa. Los parques son idealizaciones de la naturaleza,
pero la naturaleza en realidad no tiene una condición ideal. La
naturaleza no evoluciona en línea recta, es más bien un desarrollo
descontrolado. La naturaleza nunca está acabada. Cuando un trabajo
acabado de escultura del siglo XX se coloca en un jardín del siglo
XVIII, es absorbido por la representación ideal del pasado, reforzando
así valores políticos y sociales que ya no están con nosotros. Muchos
parques y jardines son recreaciones del paraíso perdido o del Edén, y no
lugares dialécticos del presente. Los parques y jardines son pictóricos
en su origen: paisajes creados con materiales naturales en vez de
pintura. Los ideales escénicos que rodean incluso nuestros parques
nacionales conllevan una nostalgia por la dicha celestial y la calma
eterna.
Además de los jardines ideales del pasado y de sus
contrapartidas modernas —los parques nacionales y los grandes parques
urbanos—, están las regiones más infernales: las pilas de basura, las
minas a cielo abierto y los ríos contaminados. A causa de esta extendida
tendencia al idealismo puro y abstracto, la sociedad se siente
confundida sobre qué hacer con tales sitios. Nadie quiere ir de
vacaciones a un vertedero. Nuestra ética de la tierra, especialmente en
esa tierra de nunca-nunca jamás llamada 'mundo del arte', se ha nublado
con abstracciones y conceptos.
¿Podría ser que ciertas
exposiciones de arte se hayan convertido en vertederos metafísicos?
¿Miasmas categoriales? ¿Basuras intelectuales? ¿Intervalos específicos
de desolación visual? Los curadores-guardianes todavía dependen de los
escombros de los principios y estructuras metafísicas porque no conocen
nada mejor. Los desechos de la ontología, la cosmología y la
epistemología todavía sirven de base al arte. Aunque la metafísica ya no
está de moda y ha caído en desgracia, se presenta como principios
rigurosos y sólidas razones de las instalaciones artísticas. Los museos y
parques son cementerios sobre el nivel del suelo: memorias congeladas
del pasado que actúan como un pretexto de la realidad. Esto provoca una
ansiedad aguda entre los artistas, en la medida en que desafían,
compiten, luchan por los ideales podridos de situaciones perdidas.
"Cultural Confinement". Originally published: The Writings of Robert
Smithson, edited by Nancy Holt, New York, New York University Press,
1979. ISBN # 0-520-20385-2
Traducción castellana de Marcelo Expósito
"LA NATURALEZA NUNCA ESTÁ ACABADA"
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